domingo, diciembre 31, 2006

 

Feliz Culo

Llevo viviendo en Galicia más de cinco años. Desde que llegué aquí, a finales de septiembre de 2001, sentí una fascinación absoluta por la lluvia, por jardines en los que no había un cartel de 'Prohibido pisar el césped', por la incertidumbre de qué tiempo iba a hacer al día siguiente, por el marisco -el literal y el figurado-, por la retranca generalizada, que implicaba que por fin la gente entendiera mi humor negro...

Es por ello que sentía la necesidad de integrarme y, gustosamente, fui prestando atención para aprender el gallego, para lo cual nada mejor que el normativo insulso de la TeleGaita, sin despreciar las notas de prensa de la Xunta cuando empecé a trabajar en estas tierras.

Pese a mi afán de integración -fallecido ahora gracias al carácter obligatorio que nuestros nuevos gobernantes autonómicos le quieren dar-, hay que reconocer que para una castellanoparlante el aprendizaje del gallego lleva aparejadas una serie de perplejidades que no te dejan indiferente.

¡Qué pueblo tan malhablado!, que a las primeras de cambio habla de anos y de follas... ¿qué confianzas son ésas? Y sino, la obsesión con la fala y con el falo... ¡joder!... Pero en fin, que yo estoy aquí de inmigrante, con papeles -aunque no sean de los verdes-, pero inmigrante al fin y al cabo, que esto es un país, claro. Así que yo me callaba como una perrilla, porque ya se sabe: donde fueres, haz lo que vieres.

Y bueno, como pese al bipartito yo me siento muy feliz y orgullosa de vivir en Galicia aun no habiendo nacido en un pesebre de grelos, para este día que pone fin al año 2006 he pensado que lo mejor es traducir al castellano la expresión en gallego -Feliz Ano-, a fin de que todos podáis compartir el conocimiento de la lengua de Rosalía. Por eso, digo: Feliz Culo 2007!!!

sábado, diciembre 16, 2006

 

Está de camino...

Sí, la mala hostia está de vuelta. ¿Lo dudábais? Al final no voy a ser funcionaria hasta, el menos, el año que viene, con lo cual retornan a mí los deseos de asesinar políticos a garrote vil o por cualquier otro medio que garantice su agonía y no-supervivencia.

No, no voy a quejarme de lo referente al sino precario que me acompañará durante los próximos 365 días, como poco. Podía haber hecho mejor el examen y se acabó. A ver qué os pensáis. Que una está cabreada permanentemente pero asume sus limitaciones y errores. Al fin y al cabo, aunque resulte redudante a la vez que paradójico, una opositora no puede echarle la culpa a la oposición como hacen los diputados de este glorioso país.

Para reiniciar pues, esta senda de frustración que me aguarda, cierto es que me lo han puesto a huevo. Esta vez no se trata de políticos, pero vamos, son sus hermanos avejentados. Sí, esos que apestan a grasiento pelo senil y a naftalina. Hablo de los jueces, claro. Y no, nada de un juez de paz de Cuspedriños de Arriba, sino de 11 del Tribunal Constitucional.

Tal y como ora esta noticia, resulta que ahora si vas más puesto que el Loco de la Colina en una fiesta y te da por conducir, ese bonito derecho de la presunción de inocencia hace que no se te pueda multar, ni mucho menos meter en el trullo porque oye, igual para ti tres whiskis no son nada. A tomar por saco las leyes, los puntos y todo.

Pues nada, imagino que a partir de ahora a los carteristas no les quitarán puntos ni les pondrán una mísera multa si los cachan hablando por el móvil. Total, a ver quién va a dudar de sus capacidades para manejar un coche con una sola mano...

domingo, diciembre 10, 2006

 

Nunca es tarde

En este mundillo de tetas de silicona, de futbolistas que a los 20 años ya llevan cobrado más que los salarios de toda tu vida, da la impresión de que llegas a los 30 y, si no has hecho lo que tenías que hacer, no lo vas a hacer nunca. Se te ha pasado el arroz, la frustración te susurra 'no eres nadie' y, probablemente, el miedo a la soledad te grita 'búscate a alguien', aunque no sea exactamente lo que deseabas con 20 años...

Pero por más que nos quieran hacer creer que la juventud es la única etapa de la vida en que puedes ser tú, la realidad, a poco que se hurga en ella, nos dice que el Tentaciones no tiene por qué llevar siempre la razón. Así, nos encontramos con la historia del Coronel Harland Sanders, que viene a ser el creador de la franquicia Kentucky Fried Chicken.

Este señor, en 1952, cuando tenía ya 65 años, decidió invertir el dinero que le daban de pensión para montar su primer restaurante y viajó en su propio coche, Estados Unidos arriba, Estados Unidos abajo, para vender el pollo que cocinaba a otros restaurantes. En 1964 ya había más de 600 restaurantes suyos, bajo la modalidad de franquicia, repartidos entre los USA y Canadá.

Aunque a la ministra de Sanidad igual le apetece censurarme el post por hablar de una franquicia de comida basura, la realidad es que a día de hoy existen más de 13.000 restaurantes de KFC en más de 80 países de todo el mundo, que permiten la deglución de pollo saturado de grasas y otras delicias hipercalóricas a más de ocho millones de clientes cada día.

Vale, quizá montar una cadena de comida rápida no es lo más romántico del mundo, pero hacerlo en una fase de tu vida que, en teoría, está avocada a que lo más excitante sea hacer un viaje del Imserso a Benidorm es, cuando menos, digno de reconocimiento.

Pero no es éste el único caso de gentes que, en la edad de achaquees, dentaduras postizas y obstrucción de colas en la caja de ahorros, deciden terminar haciendo algo que estuvo latente en ellos y que, las circunstancias, le impidieron sacar al exterior hasta entonces.

Así, nos encontramos con Gilbert Garcin, por ejemplo, un francés nacido en 1929 cuya vida dedicó, hasta los 65 años, a vender lámparas en Marsella y que, cuando tuvo que enfrentarse al vértigo de la jubilación, decidió encontrar afición en la práctica de la fotografía. Las casualidades le llevaron a ganar un concurso poco después y, acto seguido, a hacer un curso con Pascal Dolesmieux, con el que aprendió algunos truquillos, a partir de los cuales seguir su propia trayectoria.

Y ahí lo tenemos, insertándose a si mismo, multiplicándose y sombreándose en escenarios lunares construidos a base de miniaturas. Cuando le preguntaban por sus referencias en las exposiciones que iba haciendo, se limitaba a contestar '70 años de vida, es lo que hay' y ahí sigue el hombre, haciendo, con el arroz pasado, lo que le gusta.

Estoy segura de que hay cientos, miles de historias como ésta. Y me encanta. La victoria de la esencia ante una existencia coartada por trabajos inútiles que nos impedían ser nosotros mismos... al final va a ser que nunca es tarde para tener esperanza.

miércoles, diciembre 06, 2006

 

¿Tienes hora?

Uno de los temas de la semana, parece que no sólo en Galicia, está siendo la propuesta del Bloque Nacionalista Galego (BNG) de que en esta comunidad -ou Nazón de Breogán, escoja al gusto- se aplique el horario "natural", es decir, el mismo que en Portugal y Canarias. Y claro, ya hay por ahí gente diciendo que ya están estos trasnochados buscando cualquier excusa para remarcar su 'identidade diferencial' mientras que otros lo consideran una propuesta que podría ser lógica...

Aunque bien es cierto que a mí estos del Bloque me caen regular, sinceramente, soy incapaz de opinar con el suficiente fundamento sobre si, realmente, se ahorraría energía o no con esa práctica porque, de hecho, siempre que nos toca cambiar la hora, aunque ésa sea la excusa que dan para ello, sigo sin encontrar a alguien que me diga el por qué. Se ahorra energía, ¡y punto!, que diría Don Manuel.

Por tanto, he empezado a indagar por Internet en el asunto y... sigo nadando en un mar de dudas. La primera vez que en España se aplicó una norma gubernamental que obligaba a cambiar la hora fue en 1918. Entonces, la intención era ahorrar carbón. Posteriormente, se aplicaron normas similares, pero de un modo intermitente y, entre 1950 y 1973, dejó de emplearse esta técnica. Fue a partir de 1974 cuando en Europa se acordó de nuevo utilizarla, con el objetivo de paliar de algún modo la crisis del petróleo.

Actualmente, esta obligatoriedad de cambiar la hora viene recogida en el Real Decreto 236/2002, que transpone una directiva comunitaria, de tal forma que el horario de invierno comienza el último domingo de octubre, y el de verano, el último domingo de marzo.

Precisamente, para elaborar esa directiva comunitaria, se encargó un estudio sobre sus diferentes repercusiones a la consultora Research Voor Beleid. Como es lógico, determinó que la incidencia de la medida varía en función de la situación geográfica del país, pero lo más curioso, es que ese mismo estudio estimó, basándose en diferentes documentos y análisis, que el ahorro energético se sitúa entre el 0 % y el 0,5 %.

De lo leído, voy deduciendo que nos encontramos pues ante algo más parecido a una leyenda urbana que a hechos objetivos y me atrevería a decir, por una simple aplicación de la lógica, que si en Galicia -que es cierto que tenemos una hora más de luz, aproximadamente, que en el centro de la Península- se aplicase el horario de Canarias y Portugal, incluso es probable que se gastase más energía.

Me planteo así el ritmo de vida de la gran mayoría. Por la mañana, entramos en una oficina. Por su tamaño, amanezca antes o después, si hace frío, encendemos la calefacción porque la estancia ha estado vacía toda la noche y, además, a mucha gente le duele menos hacerlo incluso con que haga un pelín nada más de frío, porque total, paga la empresa... Salimos de currar, pongámosle, entre las seis y las ocho de la tarde. A esas horas, en España entera, el sol se ha ido ya en invierno, con lo cual, si vivimos lejos de casa, lo que en otras condiciones podría ser un agradable paseo, entre la rasca y la inseguridad ciudadana, se convierte en "mejor cojo el coche". Por tanto, más posibilidades de usar vehículo privado.

Luego, llegamos a casa. El sol puede que haya calentado algo las estancias durante la tarde, pero a las horas que entramos, no queda ni rastro, así que lo primero que hacemos es poner la calefacción... y encender las luces, claro. Quizá, si hubiese habido un par de horitas más de sol no sería así y, al haber menos horas de oscuridad entre que llegamos a casa y nos vamos a la cama, momento en que lo normal es apagar la calefacción y las luces, gastaríamos menos energía... En conclusión, deduzco que, en invierno, cuanto más temprano oscurece, más gasto energético hay y, si en Galicia se atrasa una hora, habría una hora menos de luz durante la tarde, luego se consumiría más energía.

Como es lógico, este 'análisis' es muy simple y probablemente no estaré mencionando otros factores que hay que tener en cuenta para una opinión fundada. Pero sólo sé que dudo sobre la realidad de que con el cambio de horario se ahorra realmente energía. Por tanto, quien me ofrezca argumentos sólidos, estará en condiciones de convencerme hacia un lado u otro, ya sean los del BNG o quien lo tenga a bien...

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