sábado, marzo 11, 2006

 

Hasta que la peste nos separe

Sí, estoy mentalmente capada. Sólo soy capaz de pensar en términos de la Ley 30/92, la LCAP, Ley 30/84... No sé si eso es bueno o malo, pero el caso es que no me apetece demasiado despotricar, ni quejarme de la vida, que al fin y al cabo, es de agradecer que mis únicos problemas tengan relación con los desamores y la incertidumbre laboral.

Por eso, hoy contribuyo al engorde ciberespacial reproduciendo otra de esas informaciones que en momentos de apatía nos arrancan la risa floja.

Hay muchas cosas que socavan a una pareja. Que si dejar los pelos en la ducha cuando te depilas los sobacos, no usar la escobilla del wc después de firmar, eructar vehmentemente tras una comida copiosa, dar rienda suelta en la cama a los efectos de unos garbanzos con chorizo... Está claro que estas cosas, la cara oculta de la vida conyugal, destrozan la química inicial, el deseo de aparearte en cualquier lugar, esos dolores de estómago tan parecidos a la úlcera cuando tu otro yo asoma por la puerta...

Pero en el fondo, siempre he pensado que esos detalles, aunque evidencian el fin del romanticismo, implican a su vez que ambas partes han alcanzado un punto de inflexión en su confianza que les une casi tanto como los niños, la suegra o la mismísima hipoteca.

Imagino que hay más gente que comparte esta opinión, pero parece ser que algunos se lo toman demasiado a pecho y convierten esos detalles en su modus vivendi. Es el caso del matrimonio de esta noticia: la pobre mujer ha pedido por amor de Alá que le den el divorcio, que su marido hiede a perros muertos y no hay criatura que lo soporte.

Hablamos de Egipto, un país en el que imagino que el divorcio no será tan habitual como aquí. Y aún así, ante las reiteradas peticiones de la mujer, se lo han terminado concediendo. No perdáis ojo al subtítulo de la noticia, de contundencia brutal, ni tampoco a los argumentos literales de la mujer ante el tribunal. Lo peor de todo es ese detalle que pasa casi desapercibido: la pareja tenía tres hijos. Eso es estómago, chica.

Regurgitaciones:
Pues ole por esta señora por atreverse , aunque fuera con el tiempo, a denunciar lo que miles de mujeres no se atreven ni a comentar.

En fin... !
 
A una novia, proyecto de novia, la dejé precisamente por eso, cuando ví que ese olor que desprendía no era circunstancial y que cada vez me apestaba más. Aunque no se lo dije, la pobre nunca sabrá el por qué.
Recuerdo cuando me dijo que la gustaría que durmiésemos juntos... no no... va a ser que esta noche no... y el resto tampoco.
 
Cool blog, interesting information... Keep it UP
 
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